Acabar con la pobreza y conseguir el hambre cero, garantizando además la seguridad alimentaria en el mundo, son dos de los grandes objetivos de este siglo, que la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU reconoce como prioritarios. Por su parte, el Banco Mundial ha determinado que el crecimiento y la sostenibilidad del sector agrícola será un factor crucial a la hora de conseguir dichos objetivos.
La mayor amenaza a la que se enfrenta el sector agroalimentario en la actualidad es el cambio climático. Con un aumento de las temperaturas, periodos más largos de sequía y tormentas más severas en el horizonte, se hace difícil anticipar el rendimiento que tendrán las variedades y cultivos actuales en las próximas décadas.
Por poner un ejemplo, se estima que el aumento de temperaturas durante los próximos 50 años pueda provocar una reducción de la superficie apta para cultivar café en un 50%, al incrementar la altitud necesaria para el desarrollo óptimo de esta planta. De hecho, hoy en día un número elevado de agricultores ya ha comenzado a reemplazar los árboles de café por los de cacao en sus explotaciones. De forma similar, estamos viendo cómo cultivos como el aguacate o el mango, originalmente reservados para las regiones tropicales, irrumpen cada vez con más fuerza en países de la cuenca mediterránea, como España, Italia o Egipto.
Una de las claves para afrontar y paliar los efectos del cambio climático, y que al mismo tiempo representa una oportunidad extraordinaria de negocio, se encuentra en los datos y los algoritmos. Estas dos palabras, extrañas para el sector hasta hace poco tiempo, nos permiten en la actualidad integrar mediante el Big Data la información climática de las distintas regiones con la información genética de cada variedad y con los rendimientos de cada cultivo.
Al enlazar estas tres fuentes de datos conseguimos incrementar exponencialmente su valor, y podemos desarrollar hoy en día potentes modelos predictivos que nos anticipen el rendimiento de cada cultivo en distintas localizaciones y ante distintas condiciones climáticas.
El desarrollo de dicha tecnología innovadora es una necesidad actual, en un tiempo en que nos enfrentamos a la digitalización de numerosos sectores, y el pilar de la agricultura del futuro, pues nos permitirá mejorar la eficiencia productiva y hacer un uso optimizado de los recursos disponibles. Además, será la base de la futura mejora genética, y nos ayudará a adaptar los nuevos cultivos en un mundo sometido al cambio climático.
La nueva agricultura digital permitirá reducir aún más los años necesarios para obtener nuevas variedades. En este sentido, tenemos ya trabajos de investigación en marcha desde U-tad y AGrowingData para desarrollar algoritmos que permitan adelantarse a los tiempos y determinar, por ejemplo, en qué zonas o en qué condiciones funcionan mejor determinadas variedades, acelerando así los ensayos necesarios. Sin duda, la combinación entre factores ambientales y genéticos beneficiará al productor, pues podrá disponer de mejores variedades vegetales en mucho menos tiempo.
Sin la concurrencia del Big Data sería mucho más difícil adaptar nuestra agricultura al cambio climático. Y lo más interesante de esta nueva perspectiva es que todos seremos grandes beneficiarios de ella: desde las empresas especializadas en la producción de semillas hasta los consumidores finales, pasando por toda la cadena alimentaria.
Más allá del cambio climático, estas tecnologías de inteligencia de datos tienen otras muchas utilidades y aplicaciones dentro de este sector: desde la predicción de precios, ayudando a los agricultores a comercializar sus productos y conseguir una agricultura más sostenible, hasta la búsqueda de la alineación perfecta entre la oferta y la demanda, con el fin de evitar el desperdicio de alimentos y perseguir la seguridad alimentaria.
En definitiva, el Big Data tiene mucho que aportar al sector agroalimentario, y este mercado deberá explosionar en los próximos años. Necesitaremos expertos que desarrollen tecnologías aplicadas capaces de conseguir mejorar la calidad de nuestros cultivos sin perder de vista la necesaria apuesta por la sostenibilidad del planeta.