Desde su creación a finales del siglo XIX, el coche como medio de transporte ha proliferado en todo el mundo, ocupando alrededor del 80% del espacio público en las principales ciudades de Europa y ha jugado un papel predominante en el diseño y planificación de las mismas. Los coches están tan arraigados en nuestra cultura, que es difícil concebir un mundo en el que no sean protagonistas. Sin embargo, algo está cambiando. Según la DGT, entre 2015 y 2019 se han perdido 2 millones de conductores en España, y, entre los que quedan, solo el 25% tiene entre 18 y 34 años frente al 40% de hace 20 años.
Las ciudades ya estaban inmersas en un profundo proceso de cambio marcado por la creciente concentración demográfica en grandes núcleos urbanos, la lucha contra el cambio climático y el consecuente impulso de soluciones de movilidad más eficientes y respetuosas con el medio ambiente. Pero la pandemia no ha hecho más que acelerar este proceso de transformación.
Con la llegada de la llamada nueva normalidad, las ciudades de nuestro país vuelven a tener la vitalidad que las caracterizaba y, con ello, vuelve también el debate en torno a la transformación de los entornos urbanos. Un debate en el que hay mucho en juego y en el que la movilidad juega un papel cada vez más relevante.
La Agencia Europea de Medio Ambiente cree que la contaminación del aire representa el mayor riesgo ambiental para la salud humana en Europa hoy en día. La gente pasa mucho tiempo en el tráfico. En promedio, los usuarios de coche en París pasan 65 horas al año atrapados en el tráfico. En Londres, ese número es de 73 horas, mientras que en España pasamos 67 horas al año en atascos. Esto debe invitar a la reflexión conjunta sobre el modelo de ciudad que queremos para el futuro y cómo la movilidad urbana puede contribuir a devolver el espacio público a los ciudadanos.
Vamos camino de convertir nuestras ciudades en un espacio en el que conviven coches, motos, bicicletas y patinetes eléctricos, sean de titularidad privada, pública o de uso compartido; y en el que, además, coexisten con el transporte público. Sin embargo, para que la movilidad multimodal se afiance como elemento transformador de las ciudades, es imprescindible la colaboración entre todos los actores implicados, las administraciones públicas y el conjunto de la ciudadanía.
En este sentido, TIER, el proveedor de micromovilidad compartida líder en Europa, ha empezado a operar recientemente en España con el firme compromiso de contribuir a que en el futuro haya menos coches privados circulando en la ciudad y a cambiar así la movilidad para siempre. Con un enfoque en la calidad que garantiza un servicio seguro, ordenado y sostenible, nuestra apuesta no solo consiste en desplegar vehículos de micromovilidad compartida en las ciudades españolas, sino que queremos convertirnos en el aliado que las ciudades necesitan para hacer que la movilidad urbana sea más segura, más sostenible y más eficiente.
Todavía es pronto para afirmar cómo será el futuro de la movilidad en España, pero, estoy seguro de que jugaremos un papel muy relevante en su desarrollo. El sector de la micromovilidad, pese a su juventud, está entrando en una fase de maduración fruto de los aprendizajes obtenidos en los primeros años de despliegue. Ahora tenemos por delante un camino plagado de retos, pero en el que también existen oportunidades que debemos aprovechar mediante la colaboración.