“El sector agroalimentario necesita cambios disruptivos en toda la cadena de valor”
Desde hace algunos años, Europa es consciente de que necesita transformar su relación con la comida. Los procesos y dinámicas de la industria agroalimentaria han causado daños medioambientales, perjuicios a la salud de las personas y problemas con la gestión de residuos. Todas esas problemáticas suponen, a día de hoy, grandes desafíos sociales. Por ello, la Unión Europea lleva años impulsando iniciativas que promuevan la creación de sistemas agroalimentarios alternativos, que en base a la tecnología y la innovación construyan nuevos marcos de producción alineados con objetivos de sostenibilidad, salud y el cuidado del medio ambiente.
Una de estas iniciativas es EIT Food, una comunidad de conocimiento e innovación dedicada a construir un sistema agroalimentario más sostenible. Y lo hace impulsando la innovación, con un enfoque centrado en misiones y creando conexiones en el ecosistema empresarial, emprendedor e innovador del continente. En El Referente hablamos con la directora de esta comunidad en el sur de Europa, Begoña Pérez Villarreal, sobre los retos actuales que enfrenta la industria agroalimentaria, la transformación que ha vivido en estos años y el papel de España en la lucha continental por transformar el sector.
Si nos centramos en la tecnología innovadora del sector agro, ¿cuáles son los avances qué están impulsando la transformación?
La tecnología es una potente aliada para el sector agroalimentario, como para cualquier otro sector, ya que nos permite aumentar la transparencia, la resistencia y la equidad del sistema agroalimentario. Dicha aportación la clasificamos en cuatro pilares:
- Mejorar la trazabilidad de las cadenas de suministro alimentario y asegurar una recopilación precisa de datos. Iniciativas innovadoras, como AI-Talentum, utilizan la inteligencia artificial, el aprendizaje automático y la computación de alto rendimiento para el desarrollo de algoritmos para funciones de simulación y predicción, aportando insights para mejorar, facilitar y acelerar los procesos de toma de decisiones. Las nuevas herramientas han posibilitado una agricultura de precisión.
- Aumentar el acceso a la información y facilitar la comunicación entre las partes interesadas y con los consumidores. Un ejemplo destacado de esta iniciativa es Climate Farmers, que se dedica a supervisar y recopilar las mejores prácticas de agricultura sostenible para crear una plataforma abierta que los agricultores y las partes interesadas puedan utilizar para evaluar los resultados positivos para los suelos, los ecosistemas y el clima. Esto significa que las partes interesadas pueden compartir conocimientos y luego reproducir métodos y técnicas en función de las necesidades y capacidades locales. Por otro lado, EIT Food ha impulsado el Observatorio del Consumidor, que reúne a organizaciones de investigación y análisis del consumidor de todo el sistema agroalimentario para recopilar y producir estudios a medida y análisis actualizados. Esto permite a los usuarios acceder a todas las investigaciones y perspectivas basadas en los consumidores y respaldadas por EIT Food.
- Supervisar y predecir los cambios, con el objetivo de reducir y prevenir los riesgos, puede beneficiarse de la incorporación de tecnologías digitales, como la prueba de ADN de una startup de la comunidad de EIT Food: SwissDeCode. Estas tecnologías permiten la supervisión, el rastreo y la certificación de productos alimentarios a lo largo de la cadena de suministro en tiempo real, mejorando la capacidad de decisión de las partes involucradas.
- Conectar a los pequeños productores y aumentar el acceso a redes y servicios. Plataformas como Agri Marketplace están ofreciendo soluciones integrales para agricultores y productores de alimentos, especializándose en el uso de blockchain para crear más eficiencia y transparencia a lo largo de diferentes canales del sector agroalimentario.
Lo positivo es que estamos viendo avances en toda la cadena de valor. Desde el propio campo, con tecnología que ayuda a la agricultura y la ganadería a trabajar con más eficiencia y de manera más sostenible, hasta la distribución y el envasado. Es lo que se necesita: cambios disruptivos en toda la cadena de valor.
Dentro de la trazabilidad, destacabas la tecnología que posibilita la agricultura de precisión. ¿Cómo se ha cambiado en este ámbito?
Se han creado varias herramientas que han posibilitado esta agricultura de precisión, principalmente gracias a la Inteligencia Artificial. Estas serían:
- Sistemas de GPS que permiten a los agricultores mapear y monitorizar la ubicación exacta de sus equipos y cultivos, lo que facilita la toma de decisiones basada en datos.
- Sensores remotos que recopilan datos aéreos o terrestres para evaluar la salud de los cultivos, la calidad del suelo y otros parámetros.
- Sistemas de Información Geográfica (SIG), que integran datos espaciales para analizar patrones y relaciones en los campos agrícolas.
- Y la automatización y robótica agrícola que permiten la realización de tareas como la siembra, la cosecha y el tratamiento de cultivos de manera eficiente y precisa.
Estas soluciones digitales no solo permiten una identificación sencilla de los problemas complejos en la cadena de suministro, como datos incoherentes y no disponibles, trabajo manual y niveles inmanejables de documentación, sino que también facilitan su resolución de manera segura.
Hace poco presentamos el Mapa del Ecosistema Agrotech en España, que localiza más de 200 startups y scaleups trabajando en el sector. ¿Qué balance hacéis desde EIT Food de la evolución del ecosistema startup Agrotech en España en los últimos 5 años?
La evolución ha sido notable y prometedora. Hay un ecosistema muy rico y dinámico. En EIT Food lo vemos por la cantidad de empresas que se presentan a nuestros programas. Tenemos startups que aportan innovaciones muy diversas; desde la forma en que se plantan las semillas, o en los métodos de riego, hasta en la manera en que se recogen los alimentos en el campo, y por supuesto en la logística y la distribución. También en métodos para mejorar el etiquetado y la trazabilidad, o para evitar el desperdicio alimentario… Las soluciones innovadoras en este sector son incontables. La generación de proyectos no para de crecer.
¿Qué perfil de startup destaca en el ecosistema?
En los programas de apoyo al emprendimiento que hemos lanzado en los últimos años desde EIT Food han destacado startups de todo tipo: empresas que utilizan la inteligencia artificial, o también la visión artificial para eliminar malas hierbas; algunas que ayudan a solventar el problema de la escasez de agua - cada vez más grave en el sur de Europa - como la malagueña Agrow Analytics, que aporta soluciones para regar optimizando el uso del agua, o la valenciana Fibsen, que trabaja con sensores inteligentes de fibra óptica para monitorear la gestión del agua en tiempo real, o Bluephage, del sector bio y con sede en Barcelona, que emplea análisis de bacteriófagos. Tenemos otras como BioProcesia, de Cartagena, que convierte subproductos de la industria alimentaria en proteínas de alto valor nutricional para consumo animal.
Pese al crecimiento en número de startups, a nivel de inversión no se cierran muchas operaciones y las rondas suelen ser menores. ¿Qué crees qué le falta al sector para alcanzar un grado de ‘madurez’?
Este también es un desafío a medio y largo plazo, y un aspecto en el que se debe mejorar. Precisamente, en EIT Food tratamos de revertir esta situación a través de diferentes programas que potencian el emprendimiento y el escalado y crecimiento de los proyectos. Es importante arropar a esas startups, para que no se sientan solas en el mercado. Nosotros les introducimos en él, con un ecosistema formado por empresas líderes, universidades, centros tecnológicos y también mentores que les orientan. Además, también es importante apoyar a los inversores y fomentar la inversión. Ejemplo de ello son las actividades Women Investment Network y Women 2 Invest del programa Supernovas y el programa Agrifood Investment Launchpad que forman a inversores, dependiendo de su nivel de conocimiento, y facilita su acceso al ecosistema inversor (dentro del sector agroalimentario). Esto contribuye a aumentar el conocimiento y la comprensión de la industria agroalimentaria y, por tanto, del potencial de las startups en este sector, lo que mejora las posibilidades de impulsar proyectos exitosos. El éxito nunca puede asegurarse, pero si facilitamos las condiciones para que una empresa dé el salto, seguro que esas cifras irán aumentando.
¿Qué crees que les ayudaría a crecer?
Desde la parte pública, es necesario mantener los apoyos en esas fases iniciales al emprendimiento, pero también luego en la de crecimiento y escalado. Desde EIT Food tratamos de estar cerca de las startups y acompañarles a lo largo de su camino de desarrollo. Las grandes empresas también se están dando cuenta de que ese tipo de proyectos pequeños pero con alta innovación y tecnología les pueden aportar un conocimiento y una mejora competitiva, de modo que la innovación social está creciendo. Todavía hay margen para ampliarla.
Otro aspecto clave en la transformación del sector es el cambio en la demanda de productos. ¿Cómo ha cambiado el consumidor de alimentos en los últimos años?
En relación con la evolución en el consumo de alimentos, en los últimos 50 años se ha producido un acusado descenso en la ingesta de cereales, legumbres, verduras y hortalizas y un aumento del consumo de carne. Desde hace ya una década estos hábitos alimenticios han ido transformándose poco a poco en consonancia con cambios sociales, como el aumento del número de solteros, la demanda de productos más saludables, pero también de platos preparados y más información sobre lo que se consume. Hay una mayor conciencia por productos más sostenibles y de cercanía.
Esto así, la producción y consumo de alimentos orgánicos ha ganado popularidad debido a la percepción de que estos productos son más saludables y sostenibles. En la agricultura orgánica, se utilizan fertilizantes naturales y técnicas como la rotación de cultivos y el compostaje en lugar de fertilizantes químicos sintéticos, debido a los problemas medioambientales y de salud que se asocian a su uso. La proximidad del origen de los alimentos, así como la transparencia en sus procesos de elaboración también beneficia el aumento de los productos orgánicos, que han mejorado su trazabilidad gracias a la tecnología blockchain, que permite un seguimiento preciso de cada etapa de la cadena de suministro, desde la producción hasta la distribución y venta al por menor.
En un reciente estudio que publicamos sobre la confianza del consumidor sobre el sector agroalimentario, se concluía que un 76% de los europeos están motivados a llevar una vida sostenible y se considera casi una obligación moral utilizar productos respetuosos con el medio ambiente. Esta cifra se ha mantenido estable en los últimos cuatro años, sin embargo, desde 2022 este porcentaje muestra un pequeño pero estadísticamente significativo (-2%), lo que indica que el consumidor está algo menos motivado para vivir de forma sostenible.
Además, cada vez hay más alternativas alimenticias…
A la hora de optar por nuevas opciones alimenticias, un 37% de los europeos está abierto a probar cosas nuevas, pero aún hay una cierta tendencia conservadora en sus elecciones. El tema de la innovación alimentaria suscita mucho menos entusiasmo entre los encuestados que otros temas relacionados con la alimentación. Lo que aflora es una falta de confianza y escepticismo. Muchas personas tienen reservas a la hora de adoptar innovaciones alimentarias porque no saben qué les aporta y quieren una confirmación sólida sobre las posibles consecuencias a largo plazo.
Curiosamente, cuando los consumidores piensan en "nuevas" formas de producir alimentos se refieren a métodos circulares, orgánicos, caseros y que utilizan sólo recursos naturales. Existe la creencia de que innovación no tiene por qué significar avances tecnológicos. La innovación también puede venir de revisar lo que funcionó en el pasado, por ejemplo, fermentar los alimentos para conservarlos, o volver a los métodos agrícolas preindustriales. A esto hay que añadirle la adopción de nuevas tecnologías en agricultura que, aunque gradual, cada vez es más común y está cambiando la manera de producir alimentos gracias al uso del GPS, drones para monitoreo y pulverización, robótica agrícola... Queda mucho margen todavía en ese terreno, pero la dirección es la correcta.
“Las grandes empresas también se están dando cuenta de que colaborar con startups innovadoras les pueden aportar conocimiento y mejora competitiva””
Begoña Pérez Villarreal
¿Y qué pasa con los más mayores? Generalmente son más reticentes a los cambios.
A medida que las poblaciones en muchos países envejecen, se ha observado un aumento en la conciencia de la importancia de la nutrición para el bienestar de las personas mayores. En Europa, uno de cada tres habitantes tendrá más de 65 años en 2060 y las personas mayores se convertirán en el motor de la llamada Silver Economy, por lo que las compañías alimenticias ya están trabajando en alimentos con texturas más fáciles para ser consumidas, con una mayor densidad de nutrientes y fomentando el uso de suplementos nutricionales para asegurar su ingesta adecuada.
Uno de los productos que más están revolucionando la dieta son los denominados plant-based ¿En qué porcentaje están sustituyendo a los productos cárnicos?
Todavía es incipiente pero, poco a poco, las opciones de alimentos a base de plantas han experimentado una gran diversificación en términos de sabores, texturas y formatos. Cada vez es más fácil localizar más productos innovadores y de mayor calidad en supermercados. Esto se debe a una mayor inversión, que deriva del aumento de la preocupación por la salud y la sostenibilidad de nuestro planeta.
Se exigen alimentos más sanos y sostenibles, y eso da pie al surgimiento de una nueva industria que está buscando proteínas alternativas de origen vegetal. La preocupación por el bienestar animal y las prácticas de la industria cárnica además de la reducción del riesgo de enfermedades crónicas asociadas a la carne son las principales razones por las que los consumidores están cambiando hacia una dieta flexitariana, que busca aumentar el consumo de verduras. Esto se debe también a una creciente conciencia social, como hemos comentado anteriormente.
¿Qué beneficios plantea su consumo?
El 77% de la superficie agrícola se destina a la producción ganadera que suministra animales. Sin embargo, esto representa solo el 37% del consumo mundial de proteínas, lo que supone una presión significativa sobre el medio ambiente debido a la necesidad de extensas áreas de pastoreo, la deforestación asociada con la expansión de tierras para la cría de ganado y las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de la industria ganadera. El cambio de proteínas de origen animal a otras fuentes puede reducir significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero, así como el uso de la tierra, el agua y los fertilizantes. Por ejemplo, la carne cultivada podría reducir el uso de la tierra en más de un 90% en comparación con la producción de carne de vacuno.
¿Cuál es la mayor barrera que enfrentan los productos plant-based a la hora de triunfar en el mercado?
Hay que vencer ciertos prejuicios del gran público. Los productos deben ser atractivos tanto en apariencia como en sabor. Y, desde la industria, también requiere tiempo adaptarse para conseguir producciones de gran volumen. Algunos consumidores pueden encontrar que los productos plant-based no igualan completamente el sabor y la textura de sus contrapartes de origen animal. Mejorar la similitud en estos aspectos sigue siendo un desafío para la industria, por ejemplo.
Por otra parte, en muchos casos, estos productos pueden tener un precio más alto en comparación con sus equivalentes de origen animal. Esto puede limitar su accesibilidad para algunos consumidores, especialmente en comparación con opciones de carne convencional más asequibles.
Desde un punto de vista más técnico, las regulaciones y las prácticas de etiquetado pueden variar, y en algunos casos, la forma en que se etiquetan o comercializan los productos plant-based puede generar confusión o incluso disputas legales en términos de terminología y presentación. Esto contribuye a la desconfianza que pueden tener consumidores más tradicionales, ya que, al no estar completamente informados sobre las opciones plant-based disponibles y sus beneficios, dicho cambio puede desafiar las prácticas alimentarias arraigadas y sus creencias más tradicionales.
¿Cuál es el techo de los productos plant based?
Está por ver. Hemos visto cómo el sector ha evolucionado mucho en poco tiempo. Creo que pueden tener un futuro prometedor, pero se tienen que ir haciendo con el mercado. Primero de manera más selectiva y, más adelante, para un público más amplio.
Toda esta innovación tecnológica también ha supuesto un cambio sustancial para los productores de alimentos. ¿Podemos decir que se ha abierto definitivamente el sector a esta revolución tecnológica?
En general, sí. Pero también es un camino de largo recorrido. Implantar tecnología requiere, primero, un cambio de mentalidad y a partir de ahí trazar un plan de inversiones a medio o largo plazo. No obstante, cada vez hay una mayor conciencia de que no hay futuro sin innovación y tecnología.
¿En qué aspectos se está notando más esta concienciación?
En el aumento de medidas y herramientas en materia de desperdicio alimenticio. La magnitud del desperdicio de alimentos en la Unión Europea es asombrosa: cada año se desperdician unos 88 millones de toneladas de alimentos, con un coste de 143.000 millones de euros. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), esto significa que alrededor de un tercio de todos los alimentos se desperdician en el mundo. Por otro lado, se estima que alrededor de un tercio de los alimentos producidos a nivel mundial se pierden o desperdician en la cadena de suministro alimentaria; es decir, antes de llegar al supermercado. Gran parte del desperdicio ocurre en la fase posterior a la cosecha, donde factores como la falta de infraestructura adecuada, condiciones de almacenamiento inadecuadas y prácticas de manejo deficiente contribuyen a las pérdidas. Se estima que alrededor del 20% de los alimentos se pierden debido a diversas razones, como la falta de cosecha, el manejo inadecuado y la falta de demanda, y un 40% después de la cosecha debido a problemas de almacenamiento, transporte y distribución.
“La magnitud del desperdicio de alimentos en la UE es asombrosa: cada año se desperdician unos 88 millones de toneladas de alimentos, con un coste de 143.000M€”.
Begoña Pérez Villarreal
¿Qué startups están trabajando para evitar este desperdicio?
Hay varias startups tecnológicas ayudando a las empresas alimentarias a organizar y gestionar datos sobre alimentos no vendidos. Oscillum es una empresa biotecnológica centrada en el desarrollo de un etiquetado inteligente que proporcione información en tiempo real. En 2017, sus tres fundadores descubrieron que la falta de información sobre nuestros alimentos hace que se desperdicien más de 173 kg de comida por persona, mientras que las intoxicaciones alimentarias se producen por contaminación en el hogar. La startup ha desarrollado una etiqueta inteligente biodegradable compuesta por polímeros y sensores químicos. Estos se encargan de analizar y detectar las moléculas producidas por la descomposición de los alimentos. Gracias a estos elementos, la etiqueta cambia de color en función del nivel de descomposición.
También contamos con talento local en el sur de Europa, como la plataforma móvil Yonodesperdicio, que ha creado una red de personas que evita el despilfarro mediante la donación o el intercambio de alimentos. En España, la startup aragonesa Feltwood valoriza los residuos vegetales y los utiliza para crear materiales duraderos y alternativos. También Panduru - empresa liderada por dos emprendedoras asturianas y que ha ganado el programa EWA de 2020 - es capaz de transformar el pan excedente de panadería en repostería, gestionando los residuos de panadería para reintroducirlos en la cadena alimentaria y contribuyendo a reducir el desperdicio alimentario.
¿Qué factores frenan a los productores que quieren adaptar la transformación tecnológica?
El primer freno, lógicamente, es el económico. Por eso existen ayudas públicas que apoyan este tipo de inversiones. Hay que afrontarlo con visión de largo plazo, pensando en que la tecnología siempre conlleva una mayor rentabilidad. Teniendo en cuenta la pérdida de ingresos para los agricultores y el aumento de los costes para los consumidores, se calcula que el coste económico del desperdicio y la pérdida de alimentos asciende aproximadamente a 1 billón de dólares cada año.
Por otro lado, la brecha digital es un freno claro que contribuye a una desigualdad en la adopción de tecnologías agrícolas. Aquellos con acceso limitado a la tecnología pueden perder oportunidades para mejorar la eficiencia, la productividad y la sostenibilidad de sus operaciones. De igual manera, los agricultores que no pueden acceder a información en tiempo real sobre condiciones climáticas pueden tener dificultades para anticipar y responder a eventos climáticos extremos, como sequías o inundaciones, lo que afecta la planificación y la toma de decisiones. Dichas dificultades pueden afectar a la comercialización de los productos, a la formación en nuevas técnicas más eficientes y eficaces de cultivos y de gestión de sus recursos, problemas de acceso a diversos programas de financiación y ayudas, etc.
También puede haber frenos derivados de cuestiones ambientales, como el cambio climático, que en determinados lugares tiene una incidencia sobre la productividad en la agricultura. Como comentaba anteriormente, se desperdician millones de toneladas de alimentos anualmente y, sin embargo, los residuos alimenticios son responsables de cerca del 8% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, y el hambre sigue siendo un problema importante en Europa. Mientras se tira tanta comida, 43 millones de europeos siguen sin poder comer una comida de calidad cada dos días, según la Comisión Europea.
¿Cómo se puede ayudar a los productores en la adaptación a estas nuevas formas de producción innovadoras y tecnológicas?
Hay que buscar soluciones que ayuden a los agricultores a adaptarse a los nuevos requerimientos de la sociedad, conectándolos con proyectos y programas que posibiliten su desarrollo tecnológico. Por ejemplo, nosotros contamos con iniciativas como Test Farms, que busca conectar a startups con agricultores para probar su tecnología; o Regenerative Agriculture Works, una serie de actividades dirigidas a agricultores, empresas agroalimentarias y consumidores para ampliar las prácticas regenerativas en Europa.
Para concluir, ¿qué cinco startups son para ti las más innovadoras del sector?
Antes ya he citado algunas, pero por añadir alguna más, diría estas:
- Aquadat: una 'watertech' que genera datos del agua y los transforma en información y soluciones para una gestión eficiente del agua de la industria, los operadores de agua y los operadores agrícolas.
- Honey AI: una solución automatizada especialmente diseñada para apicultores, cooperativas y envasadores que quieran aprovechar los beneficios de la tecnología para innovar en un sector tradicional.
- Nucaps: startup que ofrece una nueva tecnología de encapsulación para el desarrollo industrial de nanocápsulas y biocápsulas para bioactivos y probióticos.
- ODS Protein: produce micoproteína de alto valor nutricional y de forma sostenible para ser incorporada como ingrediente a diferentes alimentos.
- Novameat: combinan sus conocimientos de ingeniería de tejidos e impresión 3D. Han creado un "trozo de carne" asequible a partir de proteínas vegetales. Lo mejor de todo es que NovaMeat tiene la misma textura fibrosa que un filete de verdad, algo que otros emprendedores de este sector han tenido dificultades para conseguir.