"El mayor cambio fue pasar de una mentalidad centrada en el producto y su tecnología, a una mentalidad de detección de necesidades en el mercado"
El fundador alaba la ayuda de ENISA: "Es el mejor instrumento de financiación posible"
Balamis es una empresa nacida en enero de 2015 en Barcelona, focalizada en el desarrollo de sensores de radiómetro por microondas. Se trata de aparatos capaces de medir la humedad del terreno sin entrar en contacto con este y que se pueden utilizar a bordo de tractores, drones y aeronaves. Gracias a los datos adquiridos por el sensor, es posible optimizar los proyectos de riego, anticipar estrés hídrico en la planta, hacer estudios de inundaciones y permeabilidad del suelo, e incluso detectar zonas con riego ilegal. Aunque la idea se había ido fraguando años antes en la mentre de Roger Jové, Doctor en Ciencia y Tecnología e Ingeniero Aeronáutico con experiencia en investigaciones climáticas y nano-satélite y con diversos reconocimientos académicos, necesitó la colaboración de Esther López (business development), Adrià Amézaga y David Vidal (ambos ingenieros electronicos y actuales desarrolladores de Producto), para levantar y asentar las bases de la empresa.
Además, este proyecto ha contado con el apoyo de Enisa, la institución pública que apoya y financia proyectos empresariales viables e innovadores.
¿Cómo surgió la idea?
Había un sensor en los laboratorios de la Universidad (Politécnica de Barcelona) que permitía medir la humedad del terreno sin entrar en contacto. El planeta se seca, la población aumenta y el cambio climático amenaza la disponibilidad de agua y alimentos. Tuve la visión de que esta tecnología tenía un hueco en el mercado.
¿Cómo ha sido vuestra relación con la Universidad Politécnica de Cataluña?
Tenemos muy buena relación con la Universidad. Solo por empezar, nuestro sensor se creó en los laboratorios de la UPC. Algunos investigadores son miembros del Consejo Asesor y socios minoritarios. Además, a día de hoy tenemos un programa de Doctorado Industrial conjunto.
¿Cómo fue vuestro paso por la incubadora de ESA?
Estamos aún en ella. Actualmente Balamis está instalada en la incubadora de la ESA en Castelldefels. La incubadora de la Agencia Espacial Europea es un sello intrínseco de que los productos que desarrollamos son de calidad. Para entrar en esta incubadora, el proyecto de la empresa debe usar tecnología originariamente pensada para el espacio en la Tierra. Nuestro sensor se basa en la tecnología a bordo del satélite de la ESA SMOS Soil Moisture and Ocean Salinity mission. Esta misión fué básicamente financiada por el CDTI y el CNES (Francia). Además, coincide con otras empresas de altísimo nivel, se crean muy buenas sinergias, y nuevos proyectos en el que todos los entes involucrados ganan.
¿Por qué era necesario crear un producto como el vuestro?
Si se pretendía medir la humedad del terreno había dos opciones: usar el satélite SMOS y algoritmos de post-procesado que permiten un tamaño de píxel de 1 km, o bien tomar medidas puntuales con sondas de humedad. Entre la medida puntual y una medida de 1 km de píxel había espacio para nuestro sensor. Montado en una plataforma aérea (drone o avión), el sensor de Balamis puede mapear con alta resolución grandes extensiones de terreno en poco tiempo con resoluciones de píxel de hasta 1m.
¿Cómo funcionan los sensores?
Los sensores se basan en la técnica de radiometría de microondas. Esta técnica mide la emisión electromagnética natural de la materia, que está afectada por varios factores como las caracteristicas del suelo, el contenido de humedad o la presencia de plantas. En plataformas aéreas, Balamis combina tecnologias ópticas con la radiometría para incrementar la resolución de la medida, reduciendo drásticamente el tiempo de vuelo requerido.
¿Por qué es tan importante el ahorro de agua en agricultura?
Sólo el 8% del consumo de agua es usado directamente para el consumo humano. La agricultura es responsable del 67% del uso de recursos hídricos a escala mundial. Este hecho no evita que el 35% del agua usada se pierda debido a la ineficiencia de las técnicas de riego tradicionales. Además del beneficio común que supone el uso eficiente del agua, el agricultor se beneficia de la reducción del gasto económico.
¿Cómo ayudáis a solucionar este problema?
Mediante un buen estudio de la permeabilidad y distribución del agua en un campo, se pueden definir sectores de riego en función de la variabilidad que tiene el suelo. Balamis proporciona el sensor a empresas especialistas en la obtención de mapas para usos agrícolas. Estas empresas son las responsables de obtener los datos necesarios, interpretarlos, y dar la solución adecuada al usuario final.
¿Quién es vuestro público objetivo? ¿A quién se dirige Balamis?
Actualmente se dirige a empresas especialistas en estudios agrícolas que mediante quads, tractores y plataformas aéreas mapean el terreno. Otro sector son las empresas dedicadas a la inspección de estructuras como diques, puentes o carreteras, donde la presencia de humedad o agua en ciertos puntos puede ser indicio de degradación.
¿Cuál es vuestro modelo de negocio? ¿Cómo generáis ingresos?
Balamis fabrica y vende sensores.
¿Cuáles son los principales retos del sector en el que os movéis?
Tenemos principalmente dos retos:
- La disponibilidad de datos precisos de humedad del terreno en grandes extensiones, que es una novedad. Se requieren más estudios para pasar del dato a una aplicación práctica en el campo, es decir, saber qué acción se debe aplicar en el campo en base a la información obtenida. Aún es incierto cómo usar el dato para tomar decisiones de producción, anticipar estrés hídrico, la aparición de hongos, etc. Por este motivo hemos incorporado en nuestro equipo a Esther, doctora en ingeniería agrónoma.
- El agua es por suerte y desgracia un recurso económico. Es tres veces mas cara la energía de los sistemas de bombeo.
¿En qué países estáis presentes? ¿Cómo adaptáis vuestros productos a ellos o a zonas geográficas más reducidas?
Estamos presentes en España y Países Bajos, buscando expandirnos en Europa, Estados Unidos y Australia.
¿Habéis contado con el apoyo de instituciones públicas o privadas relacionadas? ¿Cuáles? ¿Qué clase de apoyo?
Sí, principalmente el programa de incubación de la Agencia Espacial Europea y el préstamo ENISA Jóvenes Emprendedores.
¿Cómo financiasteis el proyecto en los inicios?
en sus inicios, el proyecto se financió íntegramente con el capital social aportado por los socios.
Habéis obtenido un préstamo participativo de ENISA, ¿qué destacaríais del mismo?
El préstamo participativo ENISA es, sin duda, el mejor impulso que hemos recibido hasta la fecha. ENISA entendió que nuestro proyecto de innovación tenía mucho riesgo pero también mucho, muchísimo potencial.
¿Por qué lo recomendaríais a otros emprendedores?
Es el mejor instrumento de financiación disponible. Los bancos piden garantías, ENISA se atreve a asumir riesgo si ve un proyecto innovador con gran potencial, pero hay que demostrar la viabilidad para que lo concedan.
¿Cuáles son vuestros objetivos para 2017?
Expandirnos en Estados Unidos (California) y Australia. Son zonas que cumplen los tres requisitos mínimos: una agricultura muy potente, colectivos propensas a la innovación tecnológica y una gravísima sequía.
¿Tenéis previsto lanzar alguna nueva versión o producto añadido?
Sí, estamos desarrollando un nuevo sensor. Es aún demasiado temprano, el proyecto está en fase de mitigación de riesgo para poder presentarlo a la empresa a inversores.
¿Cómo habéis cambiado desde vuestro nacimiento hasta la actualidad?
Veníamos de la Universidad. El mayor cambio fue pasar de una mentalidad centrada en el producto y su tecnología, a una mentalidad de detección de necesidades en el mercado. Hay que salir de la oficina a preguntar qué quiere el mercado.
¿Cuál ha sido el momento más difícil desde que decidisteis emprender?
La entrega de nuestro primer aparato se demoró más de lo esperado por problemas técnicos que no habíamos previsto. Esto provocó tensiones en el flujo de caja de la empresa muy fuertes. El cliente amenazó con cancelar el contrato poco antes de que se nos concediera el préstamo ENISA. De no haber trabajado durante unas 14 horas al día los 7 días de la semana durante dos meses, nos hubiéramos ido a pique. Aprendimos mucho de aquella experiencia, y ahora ya podemos cumplir con el calendario de entrega.
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