Burning Man Festival: un oasis en medio del desierto de Nevada
¿Qué es el ‘Burning Man’?¿Una paranoia en medio del desierto? ¿Es acaso una performance gigante de una semana de duración? ¿Una peregrinación pagana? ¿Un experimento artístico? O simplemente, ¿un festival de música más pero un poco más pretencioso? Podríamos decir que el ‘Burning Man’ es un mix de todo eso aderezado de un toque de ecologismo, espíritu hippie y una alta dosis de eclecticismo y extravagancia. Como dicen los propios organizadores en su página web, “tratar de explicar lo que es ‘Burning Man’ a alguien que nunca ha vivido la experiencia es como tratar de explicar a una persona ciega cómo es un color”. Son los propios participantes los que deciden que quieren que sea.
El ‘Burning Man’ es un festival que nació en 1986 Baker Beach (San Francisco) para trasladarse después a Black City, una ciudad ficticia que se crea específicamente para este evento en medio del desierto de Nevada, en EEUU. Allí tiene lugar durante una semana esta fiesta llena de fuego, luces y psicodelia que reúne cada año a decenas de miles de adeptos que acuden fieles a esta particular peregrinación. En esta edición 2013 que concluirá mañana, se han batido todos los records: casi 70.000 personas habrán asistido a este psicodélico evento.
VIDA COMUNITARIA
Este festival se podría definir como un proyecto de vida comunitaria con claras pretensiones artísticas donde la música, el fuego, las luces y las obras de arte más variadas se entremezclan con miles de personas de apariencias variopintas en medio del desierto.
Uno de los componentes principales del ‘Burning Man’ es ese precisamente: el arte. Pero el arte con mayúsculas, el arte hiperbólico, el arte con pretensiones de magnificencia. Cada año se elige un tema central y cada asistente tiene que hacer todo lo posible para, desde su punto de vista particular, aportar algo novedoso con lo que llenar de luz, color y originalidad las calles de Black City. La consigna va cambiando cada año y la libre interpretación de ella por parte de cada uno de los asistentes puede hacer que te topes en medio del polvoriento desierto con un enorme navío lleno de luces fosforitas, con un gigantesco dragón de hierro, con un coche mutante… Toda forma de arte es válida y tiene cabida aquí.
“Leave no trace”, no dejar rastro, es otro de los leitmotivs más claros del festival. Todo aquello que se utilice en esta ciudad improvisada tendrá que haber desaparecido cuando concluya el evento. No puede quedar nada ni de las aparatosas obras de arte construidas “ex professo” para el festival ni de cualquier otro desperdicio que se pueda originar en esta semana de convivencia en pleno desierto.
NO EXISTE EL DINERO
La otra seña de identidad es la prohibición absoluta de realizar cualquier tipo de intercambio monetario durante el festival. Lo único que se salva es el café y el hielo. Es decir, los asistentes vienen preparados con todo lo necesario para poder vivir durante una semana en medio de la nada: desde papel higiénico hasta comida, bebida o utensilios para cocinar. Los patrocinadores y anunciantes tampoco tienen cabida en un evento que aboga por olvidar las preocupaciones diarias y dejarse llevar por la utopía.
El acto central de la fiesta es la quema de una estatua gigante con forma de hombre, el “burning man”, que arde acompañada de fuegos artificiales y explosiones. Todo un espectáculo visual y sonoro.
La excentricidad es otro de sus rasgos más característicos. Personas con sombreros extravagantes, bañadores multicolores, plumas o pintorescos atuendos se mezclan con otras que, sencillamente, prefieren pasear por las calles de esta ciudad imaginaria en cueros, con una capa de pintura o de purpurina como único complemento. Solo unos pocos ejemplos de lo que se puede encontrar en este oasis que, otro año más, ha vuelto a reunir a miles de personas que buscaban huir de la rutina y el tedio del día a día y vivir una experiencia única e irrepetible.
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Fuente de datos: Ecosistema Startup, la mayor plataforma de empresas españolas.