Cuando se empieza la casa por el tejado, antes o después, las construcciones acaban fallando. Utilizo esta metáfora para hablar sobre algo que no siempre se tiene en cuenta, pero que la experiencia ha demostrado ser la clave para el desarrollo del emprendimiento y la competitividad, como es la fortaleza industrial de la economía.
Y es que, por más que insistamos y reconozcamos el valor de quienes emprenden en nuestro país, su esfuerzo ha de ir ligado a un modelo productivo sólido y, por tanto, con una fuerte aportación industrial.
No dar importancia al potencial de la industria, en un momento en el que todos los sectores de la economía se están transformando completamente, sería obviar las ventajas que todo esto ofrece a nuestro país y en última instancia a nuestra sociedad.
Si miramos por ejemplo a Estados Unidos, donde la tasa de emprendimiento es muy elevada, vemos que el éxito de su tejido empresarial no solo proviene de todas las personas que se lanzan a innovar y a poner en marcha sus startups. La clave de su triunfo, y también de su ventaja y competitividad internacional, además de su gran capacidad de transferencia de conocimiento, está en la base industrial con la que ha contado tradicionalmente. Con esa peana, no es de extrañar que la elevada participación de capitales privados que invierten en esos emprendedores y emprendedoras provengan de capital industrial y de otros en particular, como puede ser la defensa, que están detrás y que arrastran a todo el sistema productivo.
Por eso, tenemos que preocuparnos y ocuparnos de que la industria tenga cada vez más potencial y más peso en nuestra economía. No hay ningún modelo en ningún país que funcione sin una base industrial sólida. Desde China a Estados Unidos, pasando por Alemania, Japón u otras potencias mundiales, podemos observar que comparten ese elemento común que, por otra parte, en situaciones de crisis como la que actualmente estamos viviendo por efecto de la COVID-19, se ha mostrado aún más decisivo.
No se trata de replicar la fórmula de ningún país, porque entre otras cosas hay que conocer y aprovechar los aspectos culturales y sociológicos propios para conseguir modelos exitosos, pero es imprescindible mirar hacia fuera y tomar nota de algunas cuestiones. En España tenemos que ser capaces de combinar y aprovechar el emprendimiento y el desarrollo industrial.
Así lo vemos cada día en las solicitudes que recibimos en ENISA, donde el
40 % de quienes acuden a nuestra financiación pública se puede catalogar en ese cada vez más transversal sector de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), seguido por un 11 % de actividades manufactureras y a partir de ahí, todo tipo de actividades con menor peso porcentual.
No sé si se nos ha olvidado o no lo hemos interiorizado del todo, pero el G7 nació, además de por otras circunstancias, como el grupo de los países más industrializados del mundo. Algo que no es casualidad.
La industria tiene una capacidad de generación de conocimiento, de creación de valor y empleo y de transformación inmensa porque crea algo que se puede vender y exportar. El concepto de industria como la parte de la economía que transforma materias y productos añadiendo valor en toda su cadena, no se puede perder porque es un proceso que da solidez a todo el sistema económico.
Pero, por otra parte, también tenemos que educarnos, apoyarnos y poner el foco en la innovación. Porque cuando apostamos por enseñar a las generaciones presentes, y también a las venideras, que el modelo económico que hace brillar y hace avanzar a un país es el de reinventarse, estamos animando a que el capital público y el privado colaboren y apuesten por invertir en ese emprendimiento que nos haga más competitivos y amplíe mercados.
España necesita, además, que la transmisión entre el conocimiento (colegios, institutos, centros de FP y universidades) y el modelo productivo avance decisivamente para poder salvar el gap de cubrir los millones de empleos nuevos que necesita y necesitará el mundo y que surgen precisamente de la innovación y de todas las transformaciones que vivimos actualmente.
Ser capaces de combinar con éxito todos estos elementos, que tenemos presentes en nuestra sociedad, y entre ellos la industria y el emprendimiento, es también la clave para conseguir un país recuperado, transformado y resiliente, como plantea el Plan España Puede y en última instancia la Unión Europea para toda nuestra próxima generación en su plan Next Generation EU.