Cuando arranqué Social WoW, después de 15 años emprendido y de haber participado en la creación de 35 startups (cuya valoración actual supera los 200M€), pensé que me había pasado el juego y que sería fácil. Y nada más lejos de la realidad.
Después de 3 años y varios pivotes, he fracasado y cierro la compañía.
Os cuento lo que pasó, sin filtros, porque aunque escuece, ayudará más.
Social WoW, el Amazon del Pueblo
Todo empezó al principio de la pandemia, en ese momento de caos en el que muchos comercios locales se quedaron sin ventas de un día para otro. Sentí que tenía que hacer algo y lancé una nueva iniciativa: Social WoW. El objetivo era claro: ayudar a esos negocios a vender por Internet de forma rápida, fácil y asequible. La acogida fue increíble. Éramos 19 personas en el equipo más 15 colaboradores, salimos en los medios con más de 17 millones de impactos sin ninguna inversión y conseguimos una ronda de inversión en tiempo récord.
Empezamos a trabajar con muchos ayuntamientos creando plataformas que llamaron «El Amazon del pueblo», donde todos los comercios podían vender sus productos de forma sencilla.
Pero pronto chocamos con una dura realidad: la digitalización de las pymes era (y sigue siendo) mucho más compleja y lenta de lo que parecía. A pesar de los grandes esfuerzos, la rentabilidad parecía imposible. El modelo no funcionaba.
Let’s WoW, vivir de tu pasión es posible
En lugar de cerrar ahí, decidimos pivotar (buscar otra solución). El equipo y yo seguimos creyendo que podíamos generar impacto, así que dimos un giro hacia un modelo completamente distinto: ayudar a profesionales expertos a vender formación online. Lo que hoy muchos conocen como «infoproductos».
Y la verdad es que conseguimos mucho. Creamos una agencia rentable, ayudamos a decenas de profesionales a lanzar y escalar sus productos digitales. Pero volvimos a tropezar con una piedra: no fuimos capaces de desarrollar la tecnología necesaria para hacer el modelo escalable. Sin eso, era imposible ofrecer a los inversores el retorno que esperaban, especialmente arrastrando la mochila del primer intento fallido.
Así que después de tres años, varios intentos, inversión propia y externa (eternamente agradecido por la confianza) y también muchas emociones intensas, me vi obligado a cerrar la empresa.
Los 3 motivos «oficiales»
Cuando cierras una compañía, tienes que explicar a empleados, socios, inversores, clientes, proveedores, familia… los motivos por los que ha pasado. Sin darte cuenta, acabas construyendo un discurso oficial, que repites una y otra vez. En mi caso fue este:
1. Momentum
Con Social WoW llegamos demasiado pronto al mercado, ya que todavía es complejo que los pequeños negocios abracen la digitalización, sobre todo en entornos rurales, y a menudo debe estar impulsada por subvenciones nacionales o europeas.
Y con respecto a Let 's WoW, llegamos tarde, puesto que cada vez había más expertos creando embudos de venta con webinars gratuitos y estructuras de anuncios, que ya no llamaban la atención. Incluso a menudo generaban rechazo. Expertos con grandes comunidades, conseguían buenos resultados, pero cada vez era más complejo hacerlo con personas que estaban empezando.
2. No cerrar a tiempo
Cuando arrancamos el segundo intento con Let 's WoW, lo hicimos con una mochila enorme. Tuvimos que encontrar una nueva oportunidad, explicarlo al equipo e inversores, buscar más inversión, finalizar el servicio con clientes… Además arrastrábamos deuda y contratos que teníamos que finalizar. Todo esto hizo especialmente compleja la transición y fue un peso imposible de soportar.
3. No supe encontrar a los socios adecuados
Durante años me dediqué a buscar socios para crear startups. He formado a más de 1700 emprendedores. Pero en mi propio negocio, no supe encontrar ese match perfecto con ellos. Aun siendo personas fantásticas, lo intenté hasta con 6 socios, pero por distintos motivos, lo cierto es que no acabó de funcionar.
Bueno, pues hasta aquí, lo que suele contarse.
Pero este es el verdadero motivo
En los últimos 15 años, donde he participado en la creación de numerosas startups, teniendo en cuenta que 8 de cada 10 fracasan, también he visto muchas cerrar. Cuando leía los análisis «post-mortem», con los motivos oficiales, a menudo pensaba que no eran ciertos, que había otros motivos más profundos que son los que les habían llevado a esta situación.
Y en mi caso, ¿cuál es el motivo que me llevó realmente a fracasar?
Después de todo este proceso, ahora veo con claridad que esos tres motivos eran solo la superficie. Que en el fondo había algo más profundo operando en mí. Algo que todos llevamos dentro y que pocas veces identificamos: nuestro autoconocimiento, nuestras creencias, nuestros miedos y nuestra capacidad de conectar todo esto con el negocio.
Emprendí este proyecto queriendo ayudar, sí. Pero también, sin darme cuenta, buscando una aprobación exterior. Quería demostrarme a mí mismo que podía volver a hacerlo. Que después de tantos años y tantas startups, podría crear el proyecto «definitivo».
No me di cuenta de que estaba emprendiendo desde el lugar equivocado. Lo hacía desde el esfuerzo, no desde el disfrute. Desde la autoexigencia, no desde el propósito. Y eso pesa, se nota en las decisiones, en cómo lideras, en cómo gestionas los conflictos, en cómo te hablas a ti mismo cuando algo sale mal.
Cuando decía que el problema fue el «Momentum», la realidad es que siempre quise hacer modelos muy complejos, porque en realidad, debido a mi gran necesidad de serotonina, lo otro era «demasiado fácil para mi».
El motivo real de «no cerrar a tiempo», fue el miedo a fallar a los demás, que durante mucho tiempo ha movido mi vida, llegando incluso a fallar antes a la persona más importante. A mi mismo.
Y por último los problemas para «encontrar socios», provienen en realidad de mi positivismo y forma de ver la vida. Eso que tantas alegrías me trae, pero tiene un peaje, no ver los riesgos y seguir empujando, cuando en realidad sé que no es por ahí.
Desde hace más de un año, me he volcado en entender cómo funciona el cerebro, en formarme en coaching, liderazgo, meditación y desarrollo personal. Y lo hice para comprender de verdad qué me pasó. Por qué, con todo mi bagaje, no vi lo que tenía delante. Por qué me había costado tanto.
Y he descubierto algo que ahora tengo muy claro:
El éxito (o fracaso) de una startup está íntimamente ligado al estado emocional de quien la lidera
No importa cuántas rondas levantes, cuántos usuarios tengas o cuántos clics hagan en tu landing. Si tú no estás bien, si no hay coherencia interna, si emprendes desde la ansiedad o el miedo, serás una mala versión de ti y acabarás fracasando.
Ahora ayudo a emprender para vivir (no para sobrevivir)
Este cierre, aunque doloroso, me ha permitido abrir una etapa mucho más consciente. He comprendido que no se trata solo de montar negocios que funcionen, sino de hacerlo desde un lugar que también funcione para ti.
Por eso, hoy tengo un propósito más profundo: acompañar a otros emprendedores a crear negocios con ambición, sí, pero desde un lugar alineado con quienes son, para que emprender no sea una pesadilla, sino ese sueño que un día los hizo empezar.