Emprender un nuevo negocio siempre es un proceso largo, en el que te invaden las dudas y los momentos de inflexión. Recuerdo perfectamente cuando emprendí por primera vez, y lo puedo describir como un galimatías de emociones: de alegría, de frustración, de vacío, de optimismo, de fuerza, de abandono... Tomar decisiones era el centro de mi día a día. Decisiones importantes que cambian el curso de tu incipiente negocio y lo conducen por un camino u otro.
Hay un factor muy relevante cuando se está en este proceso y tenerlo en cuenta ayuda a encaminar de forma realista el nuevo negocio. Se debe mantener siempre un pie en el suelo. Parece una tontería, pero eso nos aleja de uno de los errores más habituales cuando estamos emprendiendo. Dicho error es la sobredimensión y se produce en los distintos ámbitos del proceso de creación de una startup. Es un problema con el que se topan muchos emprendedores. Se trata de tu proyecto, de tu creación, así que lo cuidas y lo mimas; lo ves con unos ojos que no siempre el resto comparte. Por este motivo, hay que tener en cuenta lo de “ser realista”, que a veces cuesta tanto.
Cuando hablamos de ser realista y no sobredimensionar un proyecto, nos referimos, por ejemplo, a no venirnos arriba de forma demasiado temprana. El proyecto aún no sabes si va a funcionar o no, si vas a lograr vender, si vas a obtener beneficios o si va a interesar. Evidentemente, para ti la respuesta a todas esas preguntas es un gran sí, pero hay que tener en cuenta muchos otros factores que pueden obstaculizar o impedir el éxito de nuestra empresa y, por eso, debemos intentar no añadir nuevos factores como, por ejemplo, contratar una plantilla demasiado grande.
Es muy posible que, al iniciar un proyecto nuevo, original y atractivo se produzca un crecimiento exponencial del negocio que puede provocar que llevemos a cabo una gran contratación de perfiles que supere lo que realmente necesitamos. El problema es que normalmente se alcanza una cota de estancamiento o mantenimiento que detiene en seco el crecimiento que se estaba experimentando y provoca que nuestra plantilla quede demasiado grande y poco adaptada al volumen de negocio real.
“Contratar lento, despedir rápido” es un cliché por una razón, y es aún más cierto para las nuevas empresas. En una startup en etapa inicial, el equipo es el mayor activo. Debido a esto, encontrar las primeras contrataciones y que estas sean las correctas es la semilla que permitirá cultivar una cultura productiva desde el inicio. Además, las malas contrataciones al inicio del proyecto pueden conducir a una mala cultura, que inevitablemente se propaga cuando se crece y el equipo se expande.
La sobredimensión no se da únicamente en la plantilla, sino que también puede trasladarse al ámbito, por ejemplo, tecnológico. Muchas veces el desarrollo tecnológico que lleva a cabo un emprendedor con su negocio es demasiado ambicioso. Lo que se debería plantear es realizar un primer lanzamiento con lo mínimo y más económico y, en el momento que el proyecto crezca y exista una facturación real, entonces desarrollar una tecnología más profesional.
Son numerosos los aspectos a tener en cuenta en el proceso de creación de una startup, en el inicio de un proyecto y durante su lanzamiento. Ahora bien, hay dos que considero vitales, y que están completamente conectados entre sí: debes pensar a lo grande, sí. Debes soñar y perseguir aquello que has imaginado. Pero en cada decisión que tomes, recuerda mantener siempre un pie en el suelo.