Ayer descubrí el concepto de ansiedad pasiva gracias a Mª Eugenia Martín, emprendedora con la que comparto Personal Board en Ancla. En una conversación, me ayudó a ponerle nombre a lo que estaba viviendo: falta de concentración, baja productividad y pérdida de foco.
¿Te suena? Esa sensación de estar ocupado todo el tiempo, pero sin avanzar realmente.
A menudo, la ansiedad se asocia con momentos de angustia intensos, pensamientos constantes o nerviosismo. Pero la ansiedad pasiva es más sutil. Es un malestar constante, casi imperceptible, como un “ruido blanco” emocional que desgasta poco a poco.
Este concepto se alinea perfectamente con las ideas de la psicóloga de Harvard Susan David, autora del best-seller “Agilidad Emocional”. David describe cómo la lucha interna contra las emociones incómodas (el intento de “embotellarlas” o “incubarlas”) nos mantiene mentalmente “enganchados”, generando un malestar crónico en forma de ansiedad y depresión.
La causa principal de este malestar latente es la desconexión entre nuestras acciones y lo que realmente valoramos o deseamos. Si estamos haciendo constantemente cosas que contradicen nuestros principios, la ansiedad se filtra en nuestra vida de forma invisible.
Como emprendedores, solemos sentir una presión constante, la sensación de no estar siendo “suficientemente productivos” o de que el éxito está siempre fuera de nuestro alcance. A esto se le suma el intento de ser buenos padres, parejas, amigos o hijos, lo que intensifica la frustración.
Además, muchos de nosotros, cuando sentimos esa presión o malestar sutil, recurrimos a la evitación emocional, una estrategia que, según David, es altamente destructiva. El deseo de “encerrarnos en la cueva” o la hiperactividad laboral (la multitarea constante) son formas de evitar la confrontación con la incertidumbre, el miedo al fracaso o la sensación de no estar cumpliendo con nuestras expectativas. En lugar de enfrentar lo que nos incomoda, buscamos refugiarnos en la inacción o la sobrecarga, lo que solo alimenta la ansiedad pasiva.
Esta ansiedad no nos paraliza con un ataque de pánico, sino que su presencia constante genera un agotamiento latente que se acumula sin que nos demos cuenta, dejándonos atrapados en una rutina sin progreso.
¿Cómo identificarla? Aquí te dejo algunas señales:
- Multitarea constante. La sobrecarga de tareas nos hace sentir ocupados, pero esconde un intento de evitar abordar las tareas realmente importantes o una forma de posponer la toma de decisiones difíciles.
- Búsqueda de validación externa. Si nuestra felicidad depende demasiado de la aprobación ajena (en redes, de inversores, etc.), la ansiedad pasiva se activa cuando sentimos que no estamos alcanzando esas expectativas impuestas.
- Perfeccionismo. Los estándares demasiado altos generan un temor al fracaso y una presión interna que intensifican esta ansiedad latente.
- El constante intento de equilibrar todo. La sensación de estar fallando en la vida personal y profesional puede intensificar la ansiedad pasiva, dejándonos con una constante sensación de insatisfacción.
La ansiedad pasiva, aunque sutil, es desgastante. Para combatirla, es fundamental tomar conciencia de su presencia. Establecer límites claros, priorizar lo que realmente importa y vivir con propósito puede ayudarnos a reducir su impacto. No se trata de eliminar la ansiedad, sino de gestionarla de manera consciente.
La clave está en no dejarnos consumir por la presión externa, en reconectar con lo que realmente valoramos, y en aprender a vivir más plenamente mientras lo hacemos.
By Ancla.life