Hace casi un año tomé una decisión que, sin exagerar, ha cambiado mi vida…
Dejé de beber alcohol.
No fue un propósito de año nuevo ni una reacción drástica. Simplemente llegó un momento en el que sentí que el alcohol, aunque fuera social, moderado o controlado, ya no encajaba con la vida que quería construir.
Durante años lo había normalizado: la cerveza para desconectar, el vino para acompañar una conversación (nunca me gustaron las copas). Pero un día entendí que detrás de cada brindis había una factura invisible: menos energía, menos sueño reparador, menos claridad mental… y, la peor parte, menos conexión conmigo mismo.
Cuando dejé de beber alcohol, el primer cambio no fue físico, fue mental. Mi cabeza estaba más clara, el ruido interior se redujo y las ideas volvieron a fluir con una nitidez que hacía tiempo no sentía.
Con el tiempo llegaron también los beneficios físicos: dormía mejor, entrenaba mejor, tomaba mejores decisiones. Y, sobre todo, empecé a sentirme más presente.
Fue como si, al dejar el alcohol, también hubiera dejado de escapar de mí mismo. Como si, por fin, hubiera dejado de anestesiarme.
Lo que al principio fue una intuición, hoy lo entiendo con datos. La neurociencia confirma que el alcohol, incluso en pequeñas dosis, tiene un impacto directo en las funciones que un emprendedor más necesita: claridad, energía y regulación emocional.
El mito del sueño reparador: Creía que el alcohol nos ayudaba a dormir mejor, pero la realidad es que sabotea el descanso. Estudios recientes confirman que incluso un consumo moderado reduce drásticamente la fase REM, clave para la memoria, el aprendizaje y la estabilidad emocional. Te levantas agotado, sin entender por qué.
El secuestro de la calma: El alcohol aumenta el GABA, el neurotransmisor que nos relaja, pero el cerebro compensa reduciéndolo y elevando el glutamato (excitador). El resultado: el conocido hangxiety o ansiedad de resaca. Te despiertas con el ruido interior amplificado, más irritable y reactivo. Tomas decisiones desde el estrés, no desde la calma.
La anestesia del CEO interno: Nuestra capacidad para planificar, liderar y decidir con visión depende de la corteza prefrontal, el CEO de nuestro cerebro. El alcohol reduce su actividad, apagando justo la parte que más necesitamos para pensar con claridad y liderar con criterio.
Emprender exige energía, foco y equilibrio emocional de alto rendimiento. Durante años creí que podía compensar con voluntad lo que mi cuerpo y mi mente me pedían con urgencia. La realidad es que no.
Desde que no bebo alcohol:
- Pienso más rápido y más claro.
- Escucho mejor a mi equipo.
- Tomo decisiones sin ansiedad.
- Y, sobre todo, me siento completamente alineado entre lo que pienso, lo que siento y lo que hago.
Esa coherencia, estar entero, sin interferencias, ha sido uno de los mayores regalos de este proceso. No hay euforia artificial que se compare con la serenidad de estar en pleno control de ti mismo.
No escribo esto para convencer a nadie de dejar de beber. No es un discurso de pureza ni de abstinencia. Es una invitación a escucharte, a preguntarte qué hábitos te están alejando de tu mejor versión.
Porque cuando cuidas tu mente, tu cuerpo y tus hábitos, no solo cambias tú, cambia también tu manera de emprender, de liderar y de vivir.
By Ancla.life