Si alguien nos hubiera dicho hace unos años que en Renfe hablaríamos de computación cuántica probablemente habríamos sonreído sorprendidos. Pero seguro que habríamos empezado a darle vueltas a esa posibilidad. No fue casualidad que Renfe adquiriera el primer ordenador que entró en España, en 1959, y es que llevamos la innovación en el ADN. Por eso ahora hemos dado otro salto de fe, en este caso, cuántico.
Y por eso, como parte del proyecto TrenLab de Renfe, hemos desarrollado un piloto con QCentroid, una startup española de deep tech que llegó al programa con una propuesta tan ambiciosa como apasionante: explorar cómo la cuántica podía ayudarnos a optimizar la gestión ferroviaria.
No ha sido un camino sencillo. Había muchas preguntas: ¿Podría esta tecnología, que hasta hace poco asociábamos a laboratorios y teorías, resolver problemas reales de transporte? ¿Sería viable aplicarla eventualmente en nuestras operaciones diarias? La única forma de saberlo era probando.
Durante el piloto hemos trabajado codo con codo con cinco áreas de la compañía: Ciberseguridad, Ingeniería y Mantenimiento, Pricing, Seguridad y Transformación Digital. El inicio no fue sencillo: había que traducir a nuestro lenguaje conceptos como qubits, entrelazamiento u optimización combinatoria.
Y cuando hicimos esa adaptación y hablamos de planificación de trenes, de horarios, de ciberseguridad, de energía, la cuántica dejó de ser ciencia ficción y empezó a aceptarse como una tecnología que ya está entre nosotros. Y que tiene un elevado potencial para impactar significativamente en la eficiencia de nuestras operaciones.
Como resultado, hemos definido una hoja de ruta que nos indica cuáles son los posibles casos de uso de esta tecnología en Renfe y cuáles serían su impacto, su prioridad y su viabilidad técnica. Y ahora sabemos que los algoritmos cuánticos marcarán la diferencia en ámbitos como la planificación de operaciones, el mantenimiento predictivo o la gestión energética.
No hablamos de teoría, sino de aplicaciones que, con el tiempo, pueden traducirse en trenes más eficientes y mejor servicio para los viajeros. En otras palabras, ahora sabemos dónde, cuándo y para qué tendría sentido aplicar la cuántica.
Y, más importante aún, ahora estamos preparados: la cuántica nos ha hecho salir de nuestra zona de confort y aceptar que innovar es atreverse a no saber para, desde ahí, crear. Este proyecto ha despertado curiosidad en los equipos, ha eliminado prejuicios y ha demostrado que una gran empresa pública puede moverse con la agilidad de una startup.
La cuántica nos ha obligado a aceptar que no tenemos todas las respuestas, pero también nos ha hecho conscientes de que tenemos la valentía necesaria para hacer las preguntas correctas.
Europa ya ha pisado el acelerador. Desde 2018 se han movilizado más de 8.000 millones de euros en programas e infraestructuras cuánticas. España está impulsando hubs, pilotos y alianzas que conectan ciencia e industria. Y Renfe no se ha quedado al margen. Ya tenemos un punto de partida: hemos sentado las bases de un entorno de innovación aplicada a partir del cual podremos seguir explorando, junto a nuestros compañeros, startups y expertos, cómo aprovechar esta tecnología.
Europa necesita casos reales y España tiene talento para liderarlos. En Renfe queremos estar ahí, aprendiendo, colaborando y, sobre todo, abriendo camino para que la movilidad del futuro dé un salto cuántico que impacte en la vida de las personas.