Emprender sin red
Nací en Madrid hace 34 años, en una familia extremadamente humilde – algo que dejó una huella profunda en mi forma de ver el mundo y de enfrentarme a él. Desde pequeño supe que tenía que buscar mi propio camino y que la única manera de sentirme libre era construyendo algo por mí mismo. No tenía contactos, ni una educación financiera, pero sí una insatisfacción constante que me empujaba a intentar cosas nuevas. Así fue como empecé a emprender.
Los primeros tropiezos
Mientras estudiaba periodismo, fundé Futmi, una startup con la que aprendí a golpes lo que significaba montar un negocio. Lo hicimos todo mal: contratamos un equipo de 20 personas sin tener un modelo de negocio claro y confiamos en la gente equivocada. Al final, nos engañaron en una operación de compra y me encontré con una deuda de 90.000 euros que tuve que pagar como fuera. Para eso, trabajé de camarero por las noches, hice webs, manejé redes sociales y seguí adelante con mi siguiente proyecto: Upplication.
El aprendizaje de Upplication
Upplication fue un punto de inflexión en mi vida. Pasé seis años construyéndola y aprendí, entre muchas cosas, que no hay atajos. El día que vendimos la empresa lloré porque sabía lo que nos había costado. No solo en esfuerzo, sino en salud mental. La autoexigencia extrema y el síndrome del impostor fueron constantes en mi camino. Competía contra mí mismo sin descanso, sintiendo que siempre tenía que demostrar algo. Y aunque vender Upplication validó todo mi esfuerzo, también me hizo darme cuenta de que el reconocimiento externo no llena los vacíos internos.
El aprendizaje menos esperado: el impacto de mi salud mental al emprender
Emprender siempre ha sido una travesía llena de retos, pero cuando se añade el componente de la salud mental, la experiencia se vuelve aún más compleja. A lo largo de mi vida como emprendedor, he lidiado con ciclos de depresión que, en un principio, no sabía cómo identificar ni manejar. Sin embargo, a medida que fui creciendo tanto personal como profesionalmente, aprendí a reconocer estos patrones y a buscar las herramientas adecuadas para superarlos.
La autoexigencia, el perfeccionismo y el síndrome del impostor se convirtieron en compañeros constantes, generando una montaña rusa de emociones que afectaban mi salud mental. Al principio, mi estrategia para lidiar con la depresión era simplemente seguir adelante, cambiar de proyecto y mantenerme ocupado. Me refugiaba en el trabajo, convencido de que si seguía moviéndome, los problemas no me alcanzarían. Sin embargo, esta huida constante solo me llevaba a enfrentarme a un muro de cristal que, tarde o temprano, debía romper.
Uno de los momentos más duros llegó tras la venta de Upplication. Desde fuera, todo parecía ir bien: había logrado vender mi empresa, tenía estabilidad económica y nuevos proyectos en marcha. Pero internamente, sentía un vacío enorme. Era como si la meta que tanto había perseguido no significara nada una vez alcanzada. El síndrome del impostor seguía ahí, la autoexigencia no desaparecía y me enfrentaba a la pregunta más difícil: "¿Y ahora qué?".
Intenté buscar respuestas en terapia, explorando distintas técnicas. Probé diferentes métodos, desde la terapia convencional hasta herramientas como la reflexología y el viaje sonoro. Cada una de estas experiencias me aportó nuevas perspectivas y una comprensión más profunda de mí mismo. Pero sin duda, lo más importante ha sido entender que la relación con la salud mental no es lineal: es un proceso constante de aprendizaje, ajustes y aceptación.
Cambiar la manera de emprender
Después de esa venta, lancé Minimalism, una marca que reflejaba mi estilo de vida y mis valores. Pero también me di cuenta de que no podía seguir en esa espiral de hipercompetitividad. Elegí rodearme de socios que no fueran obsesivamente competitivos, sino personas de las que pudiera aprender sin entrar en una lucha constante. Fue un cambio clave en mi bienestar mental.
Me di cuenta de que gran parte de mi sufrimiento venía de la necesidad de validación. El reconocimiento externo puede ser un gran motor, pero también una trampa si se convierte en la única razón para seguir adelante. Minimalism me enseñó que podía emprender de otra manera, sin la presión constante de demostrar algo. Aprendí a disfrutar del proceso en lugar de obsesionarme con el resultado.
Como con todo emprendedor, la relación con el dinero siempre ha sido un obstáculo en este camino. Por eso también he tenido que aprender a gestionarla mejor. Hoy, aunque mi cuenta bancaria se vea distinta a la de hace unos años, sigo sintiéndome más pobre que rico. Desde que vendí Upplication, muchas personas han proyectado sobre mí sus expectativas. Para algunos, es incomprensible que no cambie mi estilo de vida o que no me obsesione con ganar más. Pero ahora mi enfoque es diferente: quiero que el dinero trabaje para mí, no ser yo quien trabaje para el dinero. Mi prioridad no es acumular, sino vivir mejor.
La verdadera libertad
Emprender ha sido mi forma de expresión, mi camino para encontrarme y mi herramienta para ganar la independencia que siempre he buscado. Pero también ha sido un proceso de aprendizaje constante sobre mis propias sombras. En ese viaje, aprendí que lo más importante no es solo el éxito profesional, sino cómo te sientes con ello y qué impacto tiene en tu vida y bienestar.
Hoy sigo emprendiendo, pero con otra perspectiva. Me permito hacer pausas, reflexionar y priorizar mi salud mental sin sentir que estoy perdiendo el tiempo. Mi enfoque ya no es solo crecer por crecer, sino construir algo que me permita vivir en equilibrio con mi identidad y mis valores. Porque, al final, la única competencia real es la que tengo conmigo mismo.