Que en los años 2022 y 2023 se haya reducido la inversión de capital riesgo por su volumen en nuestro país, es una realidad. También es una realidad que describir esta disminución de la inversión como algo necesariamente malo es, como poco, una perspectiva reducida. ¿Cómo no iba a vivir una alteración? Si el precio del dinero y los costes de financiación cambian, si hay nuevas situaciones geopolíticas, cierta incertidumbre macroeconómica y venimos de años récord de inversión… lo mínimo es esperar un cambio en la tendencia.
Ahora bien, si vamos más allá de observar esto únicamente como una mala racha que espera mejores vientos, y lanzamos una mirada más amplia a lo que están haciendo las personas que se dedican a la inversión, hay de hecho más luces que sombras. Un elemento significativo que muestra la maduración del mercado Venture Capital estos años es que el binomio inversión-retorno se ha visto fortalecido al introducir un tercer elemento: inversión-impacto-retorno.
De este modo, estamos experimentando la consolidación de la inversión de impacto -después veremos quiénes son sus inversores- combinado con la acumulación de liquidez de los fondos. Esto nos hace pensar que estamos próximos a una reactivación de las inversiones y del lanzamiento de una nueva familia de proyectos de emprendimiento que llevarán en esencia el impacto social y conformarán una tendencia muy favorable.
De hecho, y aunque la inversión de impacto nació enmarcada como un sector, hoy en día se formula casi como una tesis fundamental que tendrá en cuenta cualquier inversor, que hará a algunos especializarse, y que cualquier proyecto debe tener en cuenta para una mayor garantía de éxito. Así, los ojos de pequeños y grandes capitales apuntan en esa dirección, los innovadores, impulsores y responsables de los proyectos escalables lo asumen como una premisa de sus modelos y, cada vez más, este tejido se hace más sólido y no solo trabaja por el bien común, sino que lo hace con propuestas cada vez más reales, cercanas a la sociedad y que además son capaces de generar buena rentabilidad.
Inversión de impacto como tendencia multisectorial
La inversión de impacto puede definirse como la financiación de empresas y organizaciones cuya misión sea contribuir con soluciones relevantes a atender retos sociales o medioambientales desatendidos. Y quizá, esta última palabra -desatendidos- es la más definitoria y la que le desmarca de la filantropía ya que cómo cualquier otra empresa busca nichos de mercado donde actuar aportando valor y obtener a cambio beneficios.
Por eso, cada vez más actores participan de este tipo de operaciones. En primer lugar y principalmente los fondos de capital privado, pero también fundaciones y muchos otros como entidades financieras tradicionales y de banca ética, cooperativas de servicios financieros, instituciones micro financieras, family offices, business angels, plataformas de crowdfunding, entidades de cooperación al desarrollo y otras entidades de financiación pública.
Y en un volumen nada desdeñable, con una oferta de capital de impacto en España que en 2022 alcanzó casi los tres mil millones de euros -según el informe “La meta del capital de impacto en España” de SpainNAB, la asociación española de inversores de impacto social-. Y como no se trata de únicamente un sector, si no de una filosofía de inversión, los sectores en los que la tesis de impacto social ha podido recibir financiación son muy variados. De hecho, según el mismo informe, en 2022 la inversión de impacto en España fue heterogénea: energía (22 %), inclusión financiera y acceso a la financiación (22 %), medioambiente (20 %), servicios sociales (10 %), agricultura (6 %(), empleo (6 %, salud (5 %), educación (4 %), y otros.
Pensar en la adicionalidad
A mediados del año pasado, COFIDES, la sociedad público-privada que ofrece financiación a medio y largo plazo a inversiones privadas relacionadas con diferentes fines de políticas públicas, anunció la creación de un fondo de impacto social con 400 millones de euros. Con ellos, tiene como objetivo reforzar el ecosistema de emprendimiento social en España y apoyar mediante diversos instrumentos financieros las iniciativas de inversión de impacto de la economía social en territorio español.
Sin duda, con una liquidez importante, nos preparamos para un escenario de reactivación y oportunidades de inversión. Además, hay un detalle que no escapa a nuestra atención: COFIDES trabajará con una perspectiva de adicionalidad, para permitir que la movilización de recursos privados complemente a los públicos y conseguir una mayor solidez en la inversión de impacto social. Y es que este fenómeno, el de adicionalidad, es esencial en la inversión de impacto y no sólo ees financiera. Podemos también referirnos a una adicionalidad no financiera cuando el inversor se involucra activamente de manera amplia, significativa y dirigida al impacto, apoyando en la medición y gestión de los resultados de impacto, o en la mejora de procesos y productos para generar un mayor impacto social o ambiental.
Esto es así, en parte, porque el binomio inversión-retorno ya no es el único que cuenta, y el impacto generado debe medirse también en el cambio generado. Y para ello, los actores que se sumen al proyecto deben hacerlo de una manera dinámica, flexible y aportando una nueva forma de involucración que, sin duda, llevará la relación del inversor y el emprendedor a un siguiente nivel. A una nueva forma de entenderse y en la que enfrentamos un escenario novedoso en cuanto a pactos, acuerdos y suma de fuerzas. A una forma de trabajar que valide el negocio, y que también valide el impacto positivo en la sociedad o el medioambiente. Ha llegado el -necesario- momento de la inversión de impacto.